La infancia es una etapa clave en el desarrollo emocional y físico de los niños. Entre los 6 y los 12 años, los participantes comienzan a adquirir habilidades sociales y motoras, que son fundamentales para su bienestar. El deporte iniciación, entendido como la práctica deportiva en etapas tempranas, juega un papel crucial en el desarrollo integral de los deportistas, no solo en el ámbito físico, sino también en el emocional, siendo la gestión de las emociones un aspecto determinante para su rendimiento, aprendizaje y disfrute del deporte.
El deporte entre los 6 y 12 años no solo tiene una función recreativa o de desarrollo físico. A través del deporte, los participantes pueden aprender a manejar emociones como la frustración, el miedo, la alegría y el compañerismo… y a ello debemos añadirle que la práctica deportiva fomenta el desarrollo de valores como la disciplina, la superación personal, el respeto por los demás y el trabajo en equipo.
Durante los primeros años de vida, los niños están en pleno proceso de maduración emocional. Las emociones que experimentan durante la práctica deportiva pueden ser intensas, ya que para muchos es la primera vez que se enfrentan a situaciones de competencia o a la necesidad de seguir reglas y de asumir roles dentro de un equipo. Estas vivencias son muy valiosas para aprender a gestionar sus emociones.
Al participar en actividades deportivas, las chicas y chicos de esta franja de edad suelen experimentar una amplia gama de emociones. Algunas de las más comunes son:
- Alegría: Surge cuando logran éxitos personales o grupales, como marcar un gol, completar una carrera o ganar un partido. Esta emoción refuerza la autoestima y genera motivación para seguir participando.
- Frustración: Aparece cuando las cosas no salen como esperaban, ya sea por errores propios o por perder un juego. Es una emoción clave en el aprendizaje de la capacidad de superación.
- Ansiedad: Algunos participantes pueden experimentar nervios antes o durante los partidos. Esta emoción puede estar relacionada con el miedo al fracaso o al juicio de los demás, y es importante trabajarla para evitar bloqueos.
- Enfado: El enfado puede surgir ante situaciones de injusticia percibida, un mal rendimiento propio o disputas con otros compañeros, sentir la injusticia de las decisiones arbitrales. Siendo fundamental ayudar a los chicos y chicas a canalizar esta emoción de forma adecuada.
- Tristeza: La tristeza suele aparecer tras una derrota o cuando el niño se siente excluido o no valorado dentro del equipo. Es importantísimo aprender a manejar esta emoción, ya que de lo contrario entraría en conflicto con el bienestar emocional y disfrute de la práctica derportiva.
La labor de los entrenadores, educadores y familias es fundamental para ayudar a los pequeños deportistas a gestionar sus emociones de manera adecuada.
Por un lado es clave crear un entorno de apoyo emocional, es decir, conseguir un ambiente en el que los deportistas practican deporte de forma segura, de leyes y actuaciones tales como ley LOPIVI, donde los entrenadores y educadores deben fomentar la comunicación abierta, animar a los niños a expresar sus emociones y asegurarse de que se sientan escuchados. El enfoque no debe estar únicamente en el rendimiento, sino en el proceso y el disfrute del deporte.
Pero para poder gestionarlas es fundamental que el propio deportista sea capaz de reconocer y nombrar las emociones que sienten en cada momento. En este caso técnicas como “respiración profunda”, “contar hasta diez” y “repetir en la mente afirmaciones positivas” pueden ayudarles a calmarse en un momento de máximo estrés o frustración.
Durante la ya pasada época de pandemia se puso de moda la palabra “RESILIENCIA”, la capacidad de recuperarse rápidamente de las adversidades. Si la llevamos al contexto deportivo, es esencial enseñar a los niños a ver las derrotas o errores como oportunidades de aprendizaje. Es importante que entiendan que no siempre se puede ganar, y que lo importante es el esfuerzo y la actitud que mantienen ante las dificultades.
De la misma manera es importante establecer metas realistas y alcanzables que ayuden a los niños y niñas a fijarse metas adecuadas a su nivel de desarrollo puede evitar la frustración y la ansiedad. Las metas deben ser específicas, sencillas de cumplir y basadas en el progreso personal, en lugar de compararse constantemente con los demás.
Es cierto que la práctica deportiva puede ofrecer varios aspectos positivos, pero una de los más valorados es la del trabajo en equipo y la sensación de pertenencia a un grupo, y es que las emociones como la frustración o la tristeza pueden disminuirse si se gestionan entre todos los miembros del equipo. Fomentar el compañerismo y la empatía hacia los compañeros es crucial para que los niños, niñas y adolescentes se sientan respaldados en todo momento.
Y por ultimo tenemos que tener en cuenta que tanto los entrenadores, como los padres son modelos a seguir. La forma en que ellos gestionan sus propias emociones, especialmente durante los momentos de presión, influye en cómo los niños manejan las suyas. Es importante que los adultos mantengan la calma y sean un ejemplo de manejo emocional adecuado en situaciones de victoria o derrota.
Como familias o educadores, hay que poner el foco en fomentar disfrute del deporte, por encima de los resultados. Escuchar a los chicos y chicas cuando expresen sus emociones, valorando el esfuerzo, sin enfocarse en ganar, perder o el propio resultado, ayudando al deportista a reflexionar sobre lo aprendido durante la práctica deportiva. Todo ello hará que el niño tenga un desarrollo emocional equilibrado, lo que no solo beneficiará su rendimiento deportivo, sino también su desarrollo personal.
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Iñaki del Río