
Doce de mediodía, domingo, buena temperatura, mesa libre, cortado y prensa sobre la mesa. A disfrutar de la mañana.
En esto se sientan tres jóvenes en la mesa de al lado, se piden tres cañas y empiezan a hablar.
– Hoy no os he visto, pensaba encontraros a la vuelta.
– No, has acelerado y desparecido en la primera cuesta. Además hoy nos tocaba trabajo recuperativo, ya sabes correr a menos intensidad y menos tiempo.
– Yo la verdad no sé para qué quedamos contigo.- dice el tercero. Con todo lo que bebimos ayer a la tarde, menos mal que nos tocaba ir a ritmo suave.
– Vale, pero es que necesito sentir que me canso, tengo que ponerme a tope, si no es como si no saliera a correr. Hoy quería mejorar el tiempo y la verdad es que estoy algo cansado. Me voy a pedir algo para comer.
– No me digas que sigues sin desayunar antes de ir a correr.- Le pregunta uno.
– Desde que leíste en internet que era bueno… -le dice el otro.
Siguen charlando sobre la importancia de un buen desayuno antes de ir a correr, la hidratación durante la actividad y las sensaciones que han tenido en la carrera de hoy. Mientras tanto el del apetito se ha pedido dos croquetas y una ración de patatas bravas con ketchup.
La conversación continúa y en un visto y no visto las croquetas desaparecen y a medio plato de las patatas se pide otra caña.
– Anda, sí que tenías apetito, claro como no desayunas y seguro que no has comido nada después de la ducha..- le dice uno.
– Este año todavía no hemos hecho la prueba de esfuerzo. Voy a coger vez para los tres como otras veces.
– A mí no me cojas hora- dice el de las patatas – yo este año no voy, no hay carreras a disputar, no nos hace falta ningún certificado y además no estoy motivado, no tengo objetivos.
– Cualquiera lo diría viendo como arreas los domingos cuesta arriba con tus intentos de hacer record personal.
– Yo sí quiero ir – dice el tercero – más después de haber pasado la Covid, quiero mirarme y saber cómo estoy. Acordaros de Ander, que si el pulsómetro no andaba bien, que le marcaba muy alto, ahora todo ha quedado en un susto. Me dijo que no fuéramos tontos y que nos hiciéramos la prueba de esfuerzo.
– Si, un susto que acabó en quirófano – remarca.
– Me comentó que probablemente la semana que viene ya le dejarían hacer deporte, nos llamará.
Al oir lo de Ander me he quedado mirándoles, me dan ganas de preguntarles qué le pasó, pero no me parece muy educado y se darían cuenta que les estoy escuchando, seguiré disimulando con la mirada hacia el periódico. Menos mal que no se han dado cuenta y siguen hablando.
– Oye me apetece comer algo más, pido una ración de calamares y otras tres cañas, ya me ayudaréis verdad- les pregunta.
– Vale, yo te acompaño con las rabas. Pero tampoco demasiado, un poco, que luego voy a ir a comer a casa de mis padres- le responde uno.
– Yo no quiero nada, que me he comido varias piezas de fruta antes de venir y todavía no me apetece comer nada.
– Lo que no entiendo es cómo puedes comer tanto después de la paliza que te has dado – le dice el otro.
-A lo que responde:
– Pero si ya sabes que uno de los motivos por los que hago deporte, por los que me pego las palizas que me pego es para poder comer y beber lo que de la gana, lo que me apetezca- subraya levantando un poco la voz .
En fin, creo que toca desconectar, levantar el radar, dejar de disimular y recoger el periódico. Dar un paseo corto y a casa. El próximo domingo trataré de sentarme cerca de ellos, para ver cómo les ha ido la semana, si han ido a correr, si se han hecho la prueba de esfuerzo y ver si Ander les ha acompañado a correr, me he quedado con la curiosidad.
Alberto Garai