He cambiado de bicicleta de montaña… bueno, de mountan bai, que se dice en la jerga especializada de por aquí. Por un asunto que no viene al caso he tenido la oportunidad de vender, creo que a buen precio, mi Specialized Stumpjumper FSR Carbon y comprar una Epic, otro modelo de Specialized menos cañero y más rutero. El domingo hice la primera salida… claro, como un niño con zapatos nuevos.
Ahora mismo estoy fuera de forma. Me abandono fácil al noble arte de engullir viandas y como deje de practicar pedales, sea en clases de spinning (ciclo indoor en nombre bien) o en las salidas al monte, resulta que los kilos acuden a mí como los patitos con su mamá cuando salen de excursión. Pero frente a esta lamentable forma física no hay como el placebo de pensar que como llevas máquina nueva, las cuestas son menos cuestas.
Y sucedió, claro que sucedió. Donde antes habría sido fácil reconocer que la salida más digna era usar el plato pequeño, ocurrió que alguna extraña energía procedente de un rincón desconocido de mi cerebro estaba inyectando energía extra. No voy a decir que fue algo de circo y tan espectacular como quitar titulares a los triunfos futboleros del momento, pero sí que tuvo su gracia. Subí al Argalario (por pista, claro), un monte urbano de los muchos que abundan por esta zona del mundo. Poco a poco la ascensión fue confirmando lo que sospechaba: esto de ser humano tiene sus particularidades.
Por otra parte, reconozco que hubo una variación técnica en la bici que me ocupaba los pensamientos. No era tanto el cambio de postura (la Epic te dispone mejor para subir) sino que en vez de los clásicos tres platos, esta nueva bici monta el sistema 2×10 de Sram. Esto simplifica mucho el asunto. Yo lo interpreto bien fácil: plato pequeño para subir y plato grande para llanear o bajar. A mis 47 años ya ni me planteo subir con plato grande… que ahora resulta que no es grande. Porque esa decisión de pasar a plato grande era el síntoma de que uno iba como un tiro. Pues ahora aquello se acabó. Plato pequeño, sí o sí, para subir. Me ha parecido un buen ejemplo de simplificación técnica en este mundo de hipercomplejidades en que vivimos.
O sea, que sentí que rendía mejor por un día, por el simple hecho de cambiar de bici, por la alegría oculta de una compra hasta cierto compulsiva. Mira que soy simple. Con mis bicis anteriores he tenido la misma sensación. Y de la misma forma sé que cuando me acostumbre a la postura de la Epic y haya rodado kilómetros, todo volverá a su cauce. O me quito kilos y retomo el hábito de salir a hacer a rutear con la bici o no me quedará más remedio que meterme en vena placebos a base de comprar bici para cada salida. Pero no, no creo que sea el caso 😉